septiembre 17, 2009
Vampirismo
Siendo un habitante del "castillo de la pureza", es a veces imposible conciliar el sueño pensando en como evadir o brincar algunas de las reglas y tratar de volar como el grandioso Dédalo para obtener una bocanada de aire y resistir en un encierro moral oxidado.
En esa ausencia de Morfeo, me invadió de pronto la imperante necesidad de convertirme en vampiro lírico, dejar la luz del día, el estruendo, lo bano, lo visual y vivir de noche con el silencio, y con uno que otro ser nocturno, cambiar unos sentidos por otros, ver sin usar los ojos, sentir sin tener que tocar, escuchar a la nocturna dama de velos grises y hablarle mudamente.
Comunicación
En mi búsqueda interminable de mi 'Yo' extraviado, averiado y ausente de mi forma física, integré a otro gran maestro: OJO D ORO.
Hoy fue un día como cualquiera en casa de mis padres, pero con visitas. Mi mente estaba en mitad de un proceso distócico, mientras mis dientes mordían mi lengua para evitar dar a luz aquellas criaturas con piernas de ideas y brazos de verdades irientes formadas en las entrañas de mi ser racional, que pujaban por ser escupidas y aplastar las pláticas superficiales llenas de banalidad y tradiciones para mí muertas.
"Se veía tan guapo el "señor" presidente", "Su esposa, que elegante con ese rebozo y distinguida dama", "¡Qué terrible el sino de fulanita!", "Lo que les ha tocado vivir","Pobre gente", "Es una chica irresponsable"... Fue necesario suprimir el intelecto y descender unos círculos en el infierno dantesco para escuchar más claramente el rechinar de dientes y la voz de mi padre cual música de fondo explicando pasajes de la biblia, y hablando de la grandeza de 'Dios' y Jesús el cristo.
Leyendo La Danza de la Realidad de Jodorowsky, copié un párrafo en un trozo de papel garabateado hace unos días, con la idea de compartirlo en alguna sobremesa si el escabroso ambiente social lo permitía, con el prejuicio en primera fila y el inevitable dictamen de libertina. Dicho escrito lo dejé olvidado en una mesa, y temí que hubiese terminado en la basura. El destino de aquel trozo de papel fue inesperado como la manera en que me enteré del mismo.
Mi padre biológico presumiblemente algo molesto (un estado que ha adoptado desde hace largo tiempo como "natural" -según mi percepción-), me abordó y me habló de un trozo de papel con caligrafía poco legible (a juzgar solo por este hecho que haya sido escrito por mi hermano pequeño o por la "reaccionaria", la "inconforme") que encontró entre los pasajes de la biblia, cual evangelio apócrifo, sencillo con mentiras verdaderas e irientes como dagas puntiagudas:
(...) deberías tener el derecho a poseer un espacio donde poder aislarte para construir tu mudo imaginario, a ver lo que quieras sin que tus ojos sean limitados por morales caducas, a oír aquello que deseas aunque sean ideas contrarias a las de tu familia, (...) a amar a quien desees sin necesidad de aprobación (...)
El pequeño fue exonerado de las garrapateadas letras del desdichado trozo de papel, pues esas ideas no podían ser engendradas más que por el único elemento "gacho" (yo), que suele ir en contra de la corriente. Quise salvar por miedo, mi ya mancillado pellejo espiritual, revelando la identidad del verdadero autor de tales enunciados, y como animal asustado que se protege de un peligro inminente, de mis labios salió como un escudo resplandeciente el nombre de Alejandro Jodorowsky.
La biblia, ese libro que me he negado a leer como la verdad absoluta e innegable y la guía para una vida "correcta", ha resultado ser un canal de comunicación inesperado con la figura paterna que ha sido ausente e intermitentemente presente, pero yerma.
Un trozo de papel, grafito, mi caligrafía y un libro de ficción santificado, me ayudan a gritar mi silencio, mi negación a repetir patrones y mi deseo de comenzar a vivir una vida que me corresponde.
Hoy fue un día como cualquiera en casa de mis padres, pero con visitas. Mi mente estaba en mitad de un proceso distócico, mientras mis dientes mordían mi lengua para evitar dar a luz aquellas criaturas con piernas de ideas y brazos de verdades irientes formadas en las entrañas de mi ser racional, que pujaban por ser escupidas y aplastar las pláticas superficiales llenas de banalidad y tradiciones para mí muertas.
"Se veía tan guapo el "señor" presidente", "Su esposa, que elegante con ese rebozo y distinguida dama", "¡Qué terrible el sino de fulanita!", "Lo que les ha tocado vivir","Pobre gente", "Es una chica irresponsable"... Fue necesario suprimir el intelecto y descender unos círculos en el infierno dantesco para escuchar más claramente el rechinar de dientes y la voz de mi padre cual música de fondo explicando pasajes de la biblia, y hablando de la grandeza de 'Dios' y Jesús el cristo.
Leyendo La Danza de la Realidad de Jodorowsky, copié un párrafo en un trozo de papel garabateado hace unos días, con la idea de compartirlo en alguna sobremesa si el escabroso ambiente social lo permitía, con el prejuicio en primera fila y el inevitable dictamen de libertina. Dicho escrito lo dejé olvidado en una mesa, y temí que hubiese terminado en la basura. El destino de aquel trozo de papel fue inesperado como la manera en que me enteré del mismo.
Mi padre biológico presumiblemente algo molesto (un estado que ha adoptado desde hace largo tiempo como "natural" -según mi percepción-), me abordó y me habló de un trozo de papel con caligrafía poco legible (a juzgar solo por este hecho que haya sido escrito por mi hermano pequeño o por la "reaccionaria", la "inconforme") que encontró entre los pasajes de la biblia, cual evangelio apócrifo, sencillo con mentiras verdaderas e irientes como dagas puntiagudas:
(...) deberías tener el derecho a poseer un espacio donde poder aislarte para construir tu mudo imaginario, a ver lo que quieras sin que tus ojos sean limitados por morales caducas, a oír aquello que deseas aunque sean ideas contrarias a las de tu familia, (...) a amar a quien desees sin necesidad de aprobación (...)
El pequeño fue exonerado de las garrapateadas letras del desdichado trozo de papel, pues esas ideas no podían ser engendradas más que por el único elemento "gacho" (yo), que suele ir en contra de la corriente. Quise salvar por miedo, mi ya mancillado pellejo espiritual, revelando la identidad del verdadero autor de tales enunciados, y como animal asustado que se protege de un peligro inminente, de mis labios salió como un escudo resplandeciente el nombre de Alejandro Jodorowsky.
La biblia, ese libro que me he negado a leer como la verdad absoluta e innegable y la guía para una vida "correcta", ha resultado ser un canal de comunicación inesperado con la figura paterna que ha sido ausente e intermitentemente presente, pero yerma.
Un trozo de papel, grafito, mi caligrafía y un libro de ficción santificado, me ayudan a gritar mi silencio, mi negación a repetir patrones y mi deseo de comenzar a vivir una vida que me corresponde.
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